VALORES

25 DE DICIEMBRE DE 2020


Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net

Es la virtud que nos hace reconocer el valor, la consideración y la dignidad que merece alguien o algo y nos lleva a demostrarlo con nuestras actitudes y acciones. Es la virtud por la cual reconocemos en cada persona el lugar que le corresponde, su dignidad, el lugar y la función que Dios ha querido darle ante nosotros. (1)

El respeto se centra en que pienses cómo se sienten los demás. Consiste en tratar a los demás de la misma forma que quieres que te traten a ti, teniendo en cuenta sus sentimientos y su bienestar» (Por: Marta Arrechea Harriet de Olivero | Fuente: Catholic.net). 

La regla de Oro: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mateo 7,6.12-14). 

Es importante evitar en todo momento o circunstancia degradar a las personas, manipularlas, degradarse o rebajarse a sí mismo, disminuir o ignorar la dignidad moral; humillar, burlarse, tratando o convirtiendo o convirtiéndose en objeto desechable (úsese y deséchese) de nuestros caprichos, ignorancia, rencores y odios. 

El respeto se considera el principio fundamental para una convivencia fructífera. Es la ley fundamental en cualquier tipo de relación que actúa como agente integrador. Por eso es tan importante entre una pareja, con los miembros de nuestra familia, con los compañeros de trabajo o entre alumnos y profesores. 

El respeto comienza por valorar, reconocer y tener en consideración las necesidades y los intereses del otro, y actuar de acuerdo a estas premisas. Desde la filosofía y la ética se le ha considerado como uno de los valores morales universales, igual que la libertad, la justicia o la responsabilidad, que de un modo u otro encontramos presentes en diferentes culturas. Todos ellos son normas de convivencia social de carácter positivo que mejoran la vida en sociedad y dignifican a la persona (enpositivo.com). 

Pero precisamente y tal y como señala la psicóloga y profesora de Educación y Valores en la Universitat de Barcelona Rosa Buxarrais, esta pluralidad de opiniones y diversidad social hacen que el respeto y la educación social sean más importantes que nunca en toda relación interpersonal que se precie. 

“Si no se respeta a quien no vive como tú, quien no piensa como tú o no viste como tú, si uno sólo prima lo suyo y piensa en salirse con la suya sin ver si lo que hace puede molestar a los demás, nos encaminaremos al caos”, advierte Buxarrais (enpositivo.com). 

Respeto por sí mismo. El respetarse a sí mismo o el auto respeto es una de las formas de respeto más importantes, ya que si una persona no se considera un individuo valioso con cualidades y defectos, los otros tampoco lo verán como tal llevando a una serie de problemas. Fuente: (https://haytipos.com/respeto/). 

Es el derecho, del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo (dignidad). Y con la propia conducta o manera de portarse o conducirse y expresarse será merecedor e inspirará y exigirá el respeto de los demás. En otras palabras: Tratarse a sí mismo y tratar a los demás, como quiera ser tratado, y no permite que lo humillen ni degraden. 

Respeto por la pareja. Es imposible que una pareja pueda funcionar si la relación no se basa en el respeto mutuo y la valoración por el otro, sin querer cambiarlo para que se ajuste a un ideal no compartido. Fuente: (https://haytipos.com/respeto/). 

Cuando se pierde el respeto se pierden todos los valores. Si te faltan al respeto, pon límites y no lo permitas. Protégete de las agresiones (directas o indirectas). 

El respeto a la mujer debe enseñarse desde el hogar mismo, y desde la niñez... El respeto es una manera de ser amable y bueno con los demás. Significa no burlarse de otros. El respeto consiste en tratar a los demás de la misma forma que quieres que te traten a ti, teniendo en cuenta sus sentimientos y su bienestar. 

Debemos tener siempre presente el respeto a la naturaleza, respeto a la vida humana desde su concepción hasta el final natural, respeto a los padres, respeto a los hijos, respeto a la propiedad ajena, respeto a las creencias y valores. 

Respeto: Es el límite, que no debe o no puede sobrepasar del derecho mutuo, para una armoniosa y sana convivencia humana. Virtud: es la capacidad, disposición predispuesta para hacer el bien.

Notas:

(1) “La educación en las virtudes humanas”. David Isaacs. Editorial Eunsa. Pág. 155


2 DE NOVIEMBRE DE 2019


FRASES PARA UNA EDUCACIÓN EN LA AUSTERIDAD

1.- “La austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente.” (Solón).

2.- “Un ámbito inviolable es la honestidad. En la gestión pública significa transparencia y rigor en la austeridad y la conducta. El tema del honor no admite dudas. No hay sitio para ambigüedades”.  (Fernando de la Rúa).

3.-  “La austeridad es muy triste cuando nos la imponen, pero no cuesta ningún trabajo cuando se tiene” (José Luis Sampedro).

4.-  “Mantener la austeridad en tiempos de vacas gordas. Esto fortalece, capitaliza y acelera el desarrollo de la empresa. Asimismo, evita los amargos ajustes dramáticos en las épocas de crisis”. (Carlos Slim).

5.-  “Para declarar como virtuoso a un sentimiento, a un acto cualquiera, no basta reconocer en él alguna señal de sacrificio, de austeridad o de bondad; es preciso mirar ante todo si, por ventura, no es opuesto a los deberes de la justicia y de la caridad universal”. (Alessandro Manzoni).

6.-  “Qué hermoso es el tiempo de la austeridad”. (Jorge Teillier).


7.- "La austeridad es consecuencia, o bien de tempestades, o bien de vientos muy favorables". (Xavi Macgowan).

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27 DE AGOSTO DE 2019
FUENTE: https://www.forofamilia.org/lineas-de-accion/derecho-educacion/educar-en-valores/

La educación en valores de los hijos es la garantía de una formación integral de la persona, que busca que el buen hacer salga de dentro y no como algo impuesto.

Valores familiares
La familia es la primera educadora. Por eso, los padres tienen la obligación para con sus hijos de darles una correcta formación en valores, que los construyan como personas libres, autónomas, maduras, responsables, sólidas y solidarias.

La buena educación transmite valores morales y hábitos de conducta que enriquecen a la persona y a toda la sociedad, haciéndola más plena, capaz y feliz.

La familia es el mejor ámbito para educar en valores, especialmente a través del ejemplo de los padres ante sus hijos. Los padres tienen el derecho de que el Estado no violente ni impida la transmisión de los valores familiares a los menores.

Educar con valores
La educación no es sólo instrucción ni transmisión desapasionada de contenidos académicos. La educación busca el desarrollo pleno de la persona y no es posible una buena educación sin la transmisión de unos buenos valores, especialmente a través del ejemplo.

La sociedad cambia y con ella cambian los valores sociales. Sin embargo, la sociología, la psicología y la antropología permiten afirmar que hay una serie de valores comunes que todo ser humano reconoce como buenos de forma natural. No todo es relativo.

La generosidad, el esfuerzo, el dominio de sí, la creatividad, la búsqueda del bien, la defensa de la verdad, la libertad responsable de espíritu y movimiento, la bondad, la erudición, la trascendencia, el respeto al otro y la creación de belleza son parte de esa lista de virtudes que forman la buena educación en valores.


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22 DE AGOSTO DE 2019


Dejo un interesante vídeo sobre Valores, que nos ayuda a los padres y profesores.


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2 DE MAYO DE 2019

DE VALORES Y VIRTUDES




Hablar de valores y virtudes no está de moda. Hoy como ayer, sin embargo, la seriedad, la responsabilidad y la honradez con que abordamos las distintas situaciones de la vida dependen, en gran medida, de la escala de valores que tengamos y de su consiguiente puesta en práctica. 

Tratar de valores y virtudes no es que ahora no se lleve, es que para mucha gente es cosa de curas. No hace mucho, me contaba un amigo, orientador familiar, que en una conversación con unos padres que habían acudido a su consulta, con motivo de un problema de uno de sus hijos, les habló, en un momento dado, de virtudes. El paterfamilias, muy enfadado, le interrumpió bruscamente diciendo: «Por favor, no quiero oír hablar de religión». A lo que mi amigo, como orientador familiar, no tuvo más remedio que salir al paso para aclararle las ideas: «No estoy hablando ahora de religión, sino de virtudes humanas». 

Los valores y las virtudes, ya sean morales o humanas, tanto a nivel personal como colectivo, están presentes siempre, y, en última instancia, constituyen el criterio que determina nuestro comportamiento y, por supuesto, nuestro estilo personal de vida. Los valores y las virtudes son como dos términos inseparables de un binomio, puesto que uno y otro se complementan. Con el mismo nombre nos referimos, de ordinario, a un valor y a una virtud. Y así hablamos de la virtud de la solidaridad, como el ejercicio de ese valor. Los valores son especificaciones del bien, las virtudes lo que materializa y especifica los valores. Para hacer algo valioso y que merezca la pena, necesitamos saber lo que hemos de hacer. De ahí que se pueda afirmar que los valores son la «teoría» y las virtudes la «práctica». Se podría, pues, concluir que un valor que no se traduzca en virtud no es nada, no tiene valor alguno, valga la redundancia. El valor de algo, al fin y a la postre, está fundado en el esfuerzo con el que lo hemos conseguido. Valor y virtud, indudablemente, son dos conceptos complementarios, dada la estrecha relación que existe entre ambos. Su origen, naturaleza y la incidencia que los dos tienen en el actuar humano, sin embargo, difieren bastante. 

¿Qué son, en realidad, los valores? No son otra cosa que los criterios o preferencias previos que cada uno tiene antes de actuar, y de los que parte para elegir el fin y los medios necesarios, para llevar a cabo una acción. Consciente o inconscientemente, todos actuamos contando con unos valores determinados, adquiridos en el tiempo. 

El conjunto de valores que cada uno tiene, y en función de los cuales actúa, se van adquiriendo a través de tres fuentes principales: 

1. Las vigencias sociales en que se vive y que se aceptan como normales, el aprendizaje, la educación recibida y la experiencia personal, que, directa o indirectamente, se va acumulando a lo largo de la existencia. Somos hijos de nuestro tiempo. Lo que está vigente en la sociedad: creencias, modas, usos y costumbres condicionan, en gran medida, nuestro modo de pensar y nuestro comportamiento. 

2. En segundo lugar, las pautas y modelos que se reciben por medio del aprendizaje y la educación, tanto de las instituciones educativas como en el seno de la familia, van dejando en el niño y el adolescente un poso de aficiones, preferencias, ideales, etc., que, en definitiva, van a ser el cauce por el que transcurrirá su personalidad futura. 

3. Por último, el conjunto mayor o menor de conocimientos propios y ajenos vividos, experimentados a lo largo de la existencia son de una importancia decisiva y es, por cierto, inagotable. La experiencia es una gran maestra que nos enseña a valorar las cosas y a dar a los acontecimientos la importancia que verdaderamente tienen. Los valores, de todos modos, no son nada sin las virtudes que los encarnan. 


«La virtud no es otra cosa –decía Santo Tomás de Aquino- que el hábito que capacita para obrar el bien». 

La experiencia del valor es la virtud. 

«Virtuoso», a bote pronto, parece sinónimo de «bondadoso», de «espíritu débil». Virtud, sin embargo, viene de vis, palabra latina, que significa «fuerza». En su significado clásico, el que tiene virtud es aquel que tiene fuerza, fortaleza para actuar de un modo determinado, y, en consecuencia, se sale de lo mediocre, es superior a los demás, es excelente. Aristóteles sostiene que la virtud es una segunda naturaleza. La naturaleza es un principio formal y dinámico de acción que tenemos todos por nacimiento. Es nuestra forma natural de ser. La virtud es igualmente un principio formal y dinámico de acción, pero que se adquiere y aprende a lo largo del tiempo. 

La virtud es un fortalecimiento de la voluntad, la facultad humana más excelsa del ser humano junto con el entendimiento. 

Gracias a la virtud uno adquiere una fuerza que antes no tenía y, de ese modo, puede realizar cosas que antes le parecían imposibles. Al igual que el deportista, mediante el entrenamiento, adquiere fuerza física para superar su marca y batir récords, nosotros podemos hacer crecer nuestra personalidad al límite de nuestras posibilidades, así como aspirar a la conquista de bienes difíciles y arduos. La práctica de la virtud, además de expandir y desarrollar nuestra capacidad operativa, nos hace más fáciles y llevaderos los esfuerzos que forzosamente hemos de realizar para superar las dificultades que se nos presentan en la vida y, en consecuencia, alcanzar cotas de libertad insospechadas. «El hombre –en palabras de Leonardo Polo- no es esencial más que si adquiere virtudes». Cuantas más perfecciones adquiera más libertad tiene, ya que la libertad tanto moral como humana es susceptible de crecimiento. 

Los auténticos valores, ya sean humanos o morales, no son objetos, que uno pueda dejar o tomar sin que ello nos traiga consecuencias: son posibilidades de actuar con sentido en la vida. Los valores, sin embargo, despojados de su correspondiente virtud, no son nada. Son parloteo y pura demagogia.

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